“Mandiyú
significa una forma de vida, donde importan sobremanera los valores morales y
éticos”, simplificó el mismo Seferián
cuando comenzó a caminar con este desafío deportivo.
Pero
todo se desprendió de la gran firma industrial Tipoití S.A.T.I.C, una de las
hilanderías más importantes de Sudamerica y que en sus mejores años contaba con
más de 1200 empleados y producía más de 120.000 kilogramos de hilados por mes.
Con esos números y la apuesta familiar, Eduardo comenzó a cumplir sus metas
deportivas.
Llevó
de la mano la pasión del fútbol (Deportivo Mandiyú fue su estampa) junto al
golf (fue socio fundador del Golf Club Corrientes), confirmando la faceta más
conocida de este descendiente de armenios y británicos que ideó procesos
ganadores y tuvo participación activa con la fábrica y sus negocios: “Lo
nuestro fue una escuela de vida, integramos obreros, empleados y directivos. Durante años, nuestras exigencias se
constituyeron en un ejemplo y fuimos mirados por todos, especialmente por
AFA. Siempre quisimos avanzar, cada año superarnos”, me dijo a mediados de 2013
en la última comunicación telefónica que tuve con Eduardo; ya daba pocas notas,
incluso se destaca en internet una entrevista que le da a la televisión armenia
en ese mismo año.
Sus
últimos años los pasó en Buenos Aires (con escapadas cada vez más esporádicas a
Punta del Este), incluso su última visita a su “Corientes” (siempre lo
pronunció con una sola R, era su característica) fue en 2010 cuando por enésima
vez promovió el Torneo Tipoití de Golf y
él era (jugador) anfitrión en la entrega de
premios. Problemas en su cadera lo iban sumergiendo en su hogar y se
mostraba muy poco.
Pero
fue un hombre brillante. Estuvo siempre cerca de uno de sus sueños deportivos
más importantes: poner a Deportivo Mandiyú en el fútbol grande.
Y
lo hizo a fines de 1980. Pero caminó mucho y siempre “por derecha” con Mandiyú.
Recuerdan sus amigos que nunca faltaba el respeto a nadie. “Es el único
dirigente del fútbol argentino que nunca puteó”, recuerda su par Bogdán
Popescu, médico y amigo en esta historia deportiva.“El
Deportivo” logró 33 títulos en la Liga Correntina, forzó un equipo grande que
trascendió la provincia y en 1974 se convierte en el primer equipo correntino
en jugar el Torneo Nacional de AFA. Primer capítulo. En mayo de 1988 alcanzó el histórico ascenso a Primera División.
Confió en sus pares para armar un grupo de directivos ejemplares y puso en
escena a Juan Manuel Guerra confiando la dirección técnica en el “hombre de los
ascensos”. Seferian pagaba sueldos adelantados el último día de cada mes.
Recordado por sus finanzas siempre activas y en positivo. “Como capitán no iba
a pelear los premios, iba a sentarme a hablar y tratar de ver cómo era Don
Eduardo. Incluso la primera vez que vino Boca Juniors yo llevaba la voz de mis
compañeros y me dice ‘eso es poco, los quiero motivados’ y me duplicó la
cifra!. Siempre nos decía ‘yo si puedo y tengo les doy, sino no les prometo nunca’.
Así era, simple, solidario y buena
persona”, recuerda siempre Oscar Alfredo Urbina, uno de sus soldados en el
ascenso y en los cuales recostó Seferian (y el Viejo Guerra) su confianza para
mantener unido un plantel ganador.
Dirigentes
del fútbol nacional elogiaron el camino de Deportivo Mandiyú, hasta que se
resolvió constituir una Sociedad Anónima y comenzó la debacle, deportiva e
institucional y que lo tuvo en el ostracismo por más de 15 años. Él ya no
estaba y sufrió mucho esos cambios.
El
profesionalismo marca épocas y muchos intentarán el camino en la dirigencia
deportiva. Pero “Don Seferian” siempre será sinónimo de Mandiyú. Eduardo
Seferian será recuerdo de innovación y liderazgo. Seferian será leyenda.