Las
concentraciones ya no son las mismas de hace 15 años atrás. Ni hablar de los
momentos íntimos de los planteles en diferentes deportes de hace más de 20
años. Todo cambió, todo se transformó en mundos monoambientes seducidos por las
nuevas tecnologías enfrentando generaciones con particulares objetivos, ahora similares
solamente dentro de las canchas.
Las
revoluciones culturales forman parte del mundo desde hace siglos, pero en los
últimos 10 años cambió más que en toda la historia. Playstations, redes sociales, smartphones, aplicaciones audiovisuales, caballeros
de las tablets, mucho espacio tecnológico nuevo para tan poco orden.
¿Que
habrá pasado en las concentraciones de Deportivo Mandiyú y Huracán Corrientes
en las décadas pasadas?. ¿Imaginan a la dupla de basquetbolistas extranjeros John
Bailey y Bernard Brown en el equipo del Club Córdoba de Liga B, chateando con
Horacio Sotelo o Gustavo Müller?
Antes
reinaba la cultura del mate, las revistas, las rondas de truco y las horas de
paseos en cada viaje. Aquellos planteles que podían darse el lujo de tener
partidas de ping-pong se sentían “de primera línea”.
El
cuidado que debía tener cada entrenador era por los horarios de descansos y
poder sancionar a aquellos que se escapaban de las concentraciones para zafar
de tanta rutina y aburrimiento. Ahora se escapan digitalmente.Hoy
existen fenómenos que sacuden lógicamente al fútbol, al básquet, al rugby o a
cualquier deporte que convierte en viajes 2.0 cada salida a ruta. Se perdió la intimidad.
Carlos
Trullet es de la época que mantiene las preguntas capciosas en los desayunos
del plantel de Boca Unidos: ¿vieron como jugó Racing anoche? ¿el gol llegó por
un error en el córner?. Si algún Sub 23 contesta o entiende lo que está
hablando, ya lo siente como la batalla ganada ante los soldados zombies del
whatsapp, el facebook o twitter.
El
básquet profesional correntino tiene entrenadores de edades similares entre sí,
en la línea media de estas generaciones. Nicolás Casalánguida y Sebastián
González tratan de sacarle réditos a las tecnologías que invadieron a sus
planteles. Un caso emblemático y particular atrapa al entrerriano Paolo
Quinteros, jugador valioso por estas épocas y alejado de toda red social. Un
bicho raro.
Según
los especialistas, el debate moderno se centra en explicar como en los próximos cinco años, las
comunicaciones cambiarán más que en los últimos 50. Quizás el deporte lo
sufra. ¿Habrá “charlas” previas a cada partido por videoconferencias?.
El
profesor Antonio Ambrosino expone una interesante definición en su obra La
Cultura del Entretenimiento: “Por primera vez conviven en un mismo tiempo y
espacio dos generaciones distintas, los de la Galaxia de Gutemberg y los de la
Galaxia Digital. La primera creció con los libros como centro de su formación
cultural y en el segundo grupo el aprendizaje consiste en una intersección
fenomenal y simultánea de imágenes electrónicas, musicales, videoclips, MP3,
videojuegos, internet y telefonía móvil”.
Las
concentraciones en el deporte en su máxima referencia.
¿Cuáles
son las consecuencias del moderno vestuario digital?. Salvo que alguno genere
un torneo grupal de playstation, todos viven un mundo paralelo, solitario y
poco sociable, solo aplazado por los momentos grupales: las comidas, los
entrenamientos y las charlas técnicas. Los deportistas menores de 25 años
desarrollan sus pulgares a cada hora, algo que encantaría a cualquier preparador físico si ese desarrollo implicase muslos,
gemelos y pantorillas.
Estos
juveniles 2.0 ya no interactúan con sus mayores en rondas de mates o pasando
revistas. Incluso algunos conoces virtudes de jugadores (pierna hábil por
ejemplo) por sus horas ante los juegos en red. Habrá que preguntarle a Pablo
Suárez en sus épocas de juveniles en Mandiyú si valía un WhatsApp a Medrán o a
Oddine para jugar a la play. Inimaginable.
Todo
cambió, incluso los clubes hoy muestran orgullosos sus desarrollos de imagen e
institucionales en las distintas redes sociales. Un jugador no puede escapar a
eso. Hoy con twitter, face o instagram
dominando la escena de cada concentración, sus hinchas y seguidores se
enteran en tiempo real lo que sucede puertas adentro.
Hoy
los entrenadores luchan con buscar la mejor forma de comunicarse y hacerse
entender ante una generación dominada por los clicks, el chat y el dominio
digital que ni siquiera soporta una charla de más de 20 minutos previo a cada
partido.
Y hace años ya existen reglas en cada plantel
sobre el uso y abuso de las redes sociales. Cambia, todo cambia.